¿Y el valor por la vida del que tengo al lado? ¿Dónde quedó? ¿Cuándo se empezó a perder? ¿Qué pasa con la mentalidad de la gente? ¿Acaso esto no es un juego? ¿No está dentro de las posibilidades perder? ¿Por qué hay que reaccionar de esa forma, haciendo de un partido de fútbol una batalla? Simplemente ¿por qué?
Estas y tantas otras preguntas se van cruzando por mi cabeza sin encontrar explicación alguna, se van cruzando cuando llega el momento de la reflexión después de vivir un domingo raro, distinto, totalmente atípico.
Es prácticamente inimaginable pensar que por un pedazo de cartón con forma rectangular y color rojo, se haya desatado semejante locura. Y roza lo irracional, pero tan racional dentro de la mediocridad de la que formamos parte en este Liga.
Con ciertos clubes ya se torna un ritual, una cotidianeidad y costumbre. Y sinceramente no quiero acostumbrarme a esto, a las situaciones de delirios colectivos provocados por los mismos estúpidos de siempre que hacen del querer agredir un arte y un divertimento, olvidándose del placer lúdico y la sana competencia.
Ante este tipo de situaciones lo meramente deportivo queda varios escalones más abajo, muchos escalones, prácticamente en un sub – suelo. No hay parámetro para un análisis táctico, técnico, de hombres y nombres cuando el equipo que tenés delante y su parcialidad irrumpen de forma totalmente desmedida con el normal desarrollo del encuentro, con la guapeza entendida sólo en el idioma de los salvajes. Es un síntoma más de una sociedad enferma que no reconoce de límites ni frenos.
Los guapos son los que tiran caños, no los que pegan piñas. Así me enseñaron, así lo aprendí y de esa forma queremos inculcarlo dentro de las 4 paredes de Santa Catalina, más allá de que después los platos que rompen los ajenos siempre los terminan pagando los más buenos o boludos (con perdón de una expresión no habitual en mis escritos, pero muy realista para describir la situación).
Muchachos el día que entendamos que esto es un juego, y que dentro de él existen tres resultados posibles (ganar, empatar y perder), recién ese día quizás las cosas puedan empezar a cambiar aunque sea un poquito, más allá de que como pinta el panorama parezca cada vez mas lejano y utópico.
Con el escenario como está planteado y con estos actores dentro de la escena, no dan ganas de seguir. Es momento de parar la pelota y levantar la cabeza, y porque no abrir los ojos de una buena vez. Hay clubes que se esfuerzan y trabajan de lunes a lunes por y para el crecimiento de la institución y la Liga, y clubes que no. Llegó el momento de que todos tomemos real conciencia y dimensión de lo que está pasando, porque la Sanlorencina entró en un túnel pero no se ve ninguna luz al final del camino.
Estas y tantas otras preguntas se van cruzando por mi cabeza sin encontrar explicación alguna, se van cruzando cuando llega el momento de la reflexión después de vivir un domingo raro, distinto, totalmente atípico.
Es prácticamente inimaginable pensar que por un pedazo de cartón con forma rectangular y color rojo, se haya desatado semejante locura. Y roza lo irracional, pero tan racional dentro de la mediocridad de la que formamos parte en este Liga.
Con ciertos clubes ya se torna un ritual, una cotidianeidad y costumbre. Y sinceramente no quiero acostumbrarme a esto, a las situaciones de delirios colectivos provocados por los mismos estúpidos de siempre que hacen del querer agredir un arte y un divertimento, olvidándose del placer lúdico y la sana competencia.
Ante este tipo de situaciones lo meramente deportivo queda varios escalones más abajo, muchos escalones, prácticamente en un sub – suelo. No hay parámetro para un análisis táctico, técnico, de hombres y nombres cuando el equipo que tenés delante y su parcialidad irrumpen de forma totalmente desmedida con el normal desarrollo del encuentro, con la guapeza entendida sólo en el idioma de los salvajes. Es un síntoma más de una sociedad enferma que no reconoce de límites ni frenos.
Los guapos son los que tiran caños, no los que pegan piñas. Así me enseñaron, así lo aprendí y de esa forma queremos inculcarlo dentro de las 4 paredes de Santa Catalina, más allá de que después los platos que rompen los ajenos siempre los terminan pagando los más buenos o boludos (con perdón de una expresión no habitual en mis escritos, pero muy realista para describir la situación).
Muchachos el día que entendamos que esto es un juego, y que dentro de él existen tres resultados posibles (ganar, empatar y perder), recién ese día quizás las cosas puedan empezar a cambiar aunque sea un poquito, más allá de que como pinta el panorama parezca cada vez mas lejano y utópico.
Con el escenario como está planteado y con estos actores dentro de la escena, no dan ganas de seguir. Es momento de parar la pelota y levantar la cabeza, y porque no abrir los ojos de una buena vez. Hay clubes que se esfuerzan y trabajan de lunes a lunes por y para el crecimiento de la institución y la Liga, y clubes que no. Llegó el momento de que todos tomemos real conciencia y dimensión de lo que está pasando, porque la Sanlorencina entró en un túnel pero no se ve ninguna luz al final del camino.